El cuervo



Brandon Lee vuela envuelto en su chaqueta de cuero negro. Es el cuervo que vuelve de entre los muertos para vengarse. Venganza y amor. Grandes motores que empujan al ser humano a seguir adelante. Pienso en lo triste que es esta película. Me transmite una melancolía brutal, y más cuando recuerdo que es real, que en cierta forma es más que real, porque Brandon Lee, su protagonista, muere de verdad en una de las escenas. Es trágico. Y extrañamente poético, además Brandon también iba a casarse en breve con el amor de su vida. Las coincidencias son burlas crueles del destino. O de la jodida realidad que viene a recordarnos que no somos nada más que personajes de ficción. Adoro esta película de pesadilla y magia negra, de cuentos de poe, rock y oscuridad. Me electriza su banda sonora y evoca en mí sufridas noches de duermevela. Noches vacías dónde   arrastro por mi mente pequeños fragmentos de cuentos que nunca escribiré. Hoy la he vuelto a ver, me he sumergido en su fría lluvia. He nadado con el cuervo, me he vuelto a enamorar de su tristeza, de su venganza, de su brutal poesía. Y he llorado recordando que el destino nos tiene preparadas sorpresas inauditas. Sorpresas en forma de malvadas casualidades que nos acechan sigilosas mientras nosotros hacemos ver que vivimos nuestras vidas. 
Esta noche sería un buen momento para hacer una velada de palomitas y esta oscura y bella película. Dulces sueños, queridos cuervos.

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